El legado ferroviario de San Bernardo vive hoy estoicamente en un “barre patios”, un hombre que por el año 1942 miraba con sana envidia como otros jóvenes como él vestían mejor y lograban conquistas producto de su trabajo en la gran Maestranza de Ferrocarriles. Y quería ser uno de ellos, y lo soñó y lo cumplió pese a la negación de su padre, un esforzado camionero.
Hablo de Bernabé Molina López (96 años), un vecino que sentado en la comodidad de su hogar en calle Bulnes rememora su vida dentro de las murallas de una de las usinas más grandes de Latinoamérica. Y esos recuerdos, tan fuertes como las manos de los 2.500 obreros que forjaban cientos de locomotoras y vagones, salen de su boca con una claridad asombrante, históricamente emocionante.
“Me acuerdo de las 100 casas que conformaban la población obrera de la maestranza, que estaba ubicada en le cuadrante que forman las calles Nogales, J.J. Pérez, Maestranza y Portales. Y me acuerdo también del nombre de las familias que allí vivían”, narra Bernabé, quien con su señora Oriana Baeza (hoy delicada de salud) suma 74 años de matrimonio y en él sus hijas Verónica, Oriana y Marcela.
“Tenía 23 años cuando ingrese a la maestranza, y se ganaba buena plata. Mi trabajo era barrer los patios, donde tenía un muy buen jefe, de nombre Ramón Morales”, precisa Bernabé, quien dejó de trabajar en en la avenida Portales el 2 de mayo de 1974. Desde entonces parte de su tiempo lo dedicó a visitar a sus amigos enfermos en los hospitales y registrar en un cuaderno universitario cuadriculado qué fue de los hijos de sus compañeros de forja.
Pero eso es otra historia.