En la década del ’60, San Bernardo pasaba aceleradamente de ser un pueblo rural de comienzos del Siglo XX a una urbe industrial que sumaba dificultades a los nuevos asentamientos que se instalaban y que no contaban con los elementos necesarios para soportar el peso de la creciente población.
Pero hagamos un pequeño recuento. San Bernardo había vivido un exponencial crecimiento urbano con la instalación de la maestranza de ferrocarriles en la década del ’20, sumándose otras industrias como Carbomet, en Nos, y aquel cordón de empresas que comenzó a levantarse hacia el sector de Lo Espejo. Esto hizo crecer también la planta municipal y la del Estado, y luego la de hospitales, juzgados, cárceles y comercio. Todo, para responder a la necesidad de los trabajadores de salud, orden y diversión, etc., aportando más trabajadores (y sus familias) a la comuna.
Al mismo tiempo, Santiago vivía una crisis habitacional (ya arrastrada hace décadas) por el centenario arranchamiento en los márgenes del Mapocho, la crisis de producción de salitre, la migración campo-ciudad y una decadente y dolorosa marginalidad. Y la que se trataba de combatir con leyes como la Ley de Habitación Obrera (1906), que crea la Caja de la Habitación Popular (1943) o la llamada operación Sitio y la Corvi (1954). Estas políticas empujaron a cientos y miles de empobrecidos pobladores a cruzar el zanjón de la Aguada al sur en búsqueda de una vivienda y un espacio para sus familias. el Siglo XX promediaba su existencia.
Es así que llegamos a mediados de siglo en San Bernardo. En el territorio comprendido entre San Bernardo y Nos se levantaron en 1943 las primeras naves de la población Carbomet, al extremo norte del recinto perteneciente a la fábrica del mismo nombre y que ocupó los terrenos del extinto fundo “Las Lilas”.
Una década más tarde, se levanta la población de obreros en el sector de La Sota y que toma el nombre de La Selva, colindante con otra población obrera, la Sociedad Cooperativa Benjamín Viel, ambas fruto del aporte de los trabajadores organizados en cooperativas patrocinadas por el Gobierno de turno.
Pero no todas las poblaciones correspondieron necesariamente al proceso de organización de cooperativas, porque la falta de una respuesta que lograra una mayor absorción de pobladores, sobre todo previamente dispersos laboralmente, genera una fuerte sociatividad en torno a campamentos irregulares y tomas de terreno. Aquí destacan los casos de “Valle Verde”, “Pablo de Tarzo” o “Lenin” (rebautizado como Villa “La Paz” tras el Golpe de Estado de 1973).
Lo que sucede es que en los alrededores de Santiago, en tan solo cuatro años (1967 a 1971) se levantaron 155 tomas de terreno apoyadas por partidos políticos, la Iglesia y el Estado, proceso del cual San Bernardo no estuvo ausente como hemos visto ya.
Pero no todos los campamentos fructificaron, quedando algunos en el olvido y perdidos en la historia una vez dispersos o erradicados. Sin embargo, hoy existen documentos que datan y atestiguan su presencia dando el punto de partida para buscar su historia y memoria. Este es el caso de la población “Pozo de Lastre”, que rebautizada como “Eliseo Viera”, estaba ubicada entre Carbomet y La Selva (al oriente del desaparecido pozo Adasme entre los años 1966 y 1968).
Durante la década de 1940, Samuel Adasme, imponente en la Caja de Previsión de los Ferrocarriles del Estado, llega a ser el propietario de los terrenos adyacentes al cerro que lleva su apellido hasta hoy, conocido popularmente como Quimey. Junto con ello también se hace poseedor de una franja de terreno al otro lado de la calle Portales, un humedal rodeado de una densa arboleda y que rodeaba un pequeño cuerpo de agua conocido a su vez como Pozo Adasme.
Al parecer fue durante la segunda mitad de los ‘50 cuando estos terrenos pasaron a pertenecer a EFE, quien lo utilizó como sitio de extracción de áridos para balasto de vía férrea, generando así una depresión en el terreno que inundado generaba un segundo pozo. Este último pozo, a medida que las obras de la Maestranza comenzaron a diversificarse y crecer, comenzó a ser utilizado como como depositario de restos industriales remanentes de la labor ferroviaria pasando a ser conocido este tramo como “Pozo de Lastre” al cual acudían en su niñez temerarios niños en busca de un sitio de baño a pesar de lo altamente riesgoso del lugar.
Con todo, la ubicación del sitio entre dos poblaciones consolidadas, la relativa cercanía del centro de la comuna, una avenida y la presencia del ferrocarril, hacían del mismo un lugar un sector ideal para aventurar la construcción de una población. Así que alrededor de 100 familias (1965-66) llegaron a aquel lugar, que recibe el digno nombre de “Eliseo Viera” tras considerarse denigratorio el título de Población Pozo de Lastre.
Presumo que el nombre representa a un dirigente de dicha toma, ya que es posible rastrear en archivos como un vecino de San Bernardo, de ocupación carpintero y que fue administrador provisorio del matadero municipal en los 40 (en San Bernardo hay dos inscritos con el mismo nombre en esta época, ambos hermanos hijos de Eliseo Viera padre, que solo se diferencian por su primer nombre, Arturo Eliseo y Eduardo Eliseo Viera Apablaza).
El asentamiento, reconocido por los antiguos vecinos de Carbomet como pobre, trató de consolidarse solicitando del municipio provisión de un arranque de electricidad, entre otras solicitudes. En enero de 1968 una solicitud alcaldicia para la instalación de un campanillero en el cruce ferroviario vehicular y peatonal de La Selva, señala la población Eliseo Viera como uno de los sitios poblados que necesitaban seguridad en dicho cruce.
Sin embargo, tal vecindario no prosperó. Relatos de vecinos señalan que un duro invierno golpeó duramente al campamento el cual tuvo que ser auxiliado por las poblaciones aledañas y luego de este suceso camiones trasladaron a los pobladores y sus familias hacia una erradicación que no hemos podido determinar aún.
Durante la década de los ’90, una nueva ocupación de pobladores se dio en el mismo sitio corriendo la misma suerte al cabo de unos años. Dispersos por la política de erradicación de la época también su rastro en el lugar se ha ido perdiendo y poco ya se recuerda de aquel asentamiento.
Y así es como se diluye esta historia, entre unos pocos documentos hallados y memorias de testigos que comienzan a perderse , y que no han podido precisar fechas más solo concuerdan en las crudas imágenes del campamento. Ahora es materia nuestra buscar a los protagonistas de esta historia, buscar sus testimonios y desempolvar los archivos que escriban y den sustento a esta historia que por ser de San Bernardo también es nuestra historia, la de nuestros vecinos, la de nosotros mismos.
Marcelino Romero C. / Licenciado en Historia y Ciencias Sociales
Profesor de Historia y Cs. Sociales