SAN BERNARDO.- La historia es esta. El 11 de septiembre de 2015, cuando se conmemoraron los 42 años del Golpe de Estado que derrocó al presidente Salvador Allende e instaló una dictadura cívico militar liderada por Augusto Pinochet, la “Agrupación Ferroviarios Mártires de la Maestranza”, encabezada por Claudio Quintanilla, realizó un homenaje a los ejecutados políticos y detenidos desaparecidos de la Provincia del Maipo.
Hasta el sector de “La Loma”, en el Cerro Chena, donde se torturó y ejecutó a 101 civiles, entre ellos 11 obreros de la maestranza de San Bernardo, miembros de la organización oraron por el descanso de amigos y compañeros, siendo punto central la instalación de una cruz construida por ferroviarios de la maestranza San Eugenio.
La obra de metal, que supera los 5 metros de altura, fue hecha con rieles y su diseño se asemeja a una línea férrea, un delicado guiño, coincidirán los sanbernardinos, a la importancia que la usina tuvo para el desarrollo y progreso de la comuna.
Pues bien, tras los actos de conmemoración ese 2015, la Escuela de Infantería de San Bernardo retiró del lugar la obra y la guardó en el mismo Chena, incomodando de sobre manera a quienes la instalaron y honraron. Y así lo narró el propio Quintanilla en una entrevista en El Amanecer en Vivo Radio el pasado 17 de agosto, donde sostuvo que “esa cruz no duró nada porque fue retirada días después y está guardada en una bodega. Y me reuní con el director de la Escuela de infantería de ese entonces, quien me explicó que efectivamente la cruz está en una bodega y que no la instalarán mientras no lo autorice Bienes Nacionales”.
Recordemos que los cerros son bienes nacionales de uso público y pertenecen al Estado de Chile, que los entrega en comodato, en el caso del Cerro Chena, a la Escuela de Infantería.
DE REGRESO A 1892
¿Y la cruz está bien? ¿existe aún? Antes de responder estas preguntas regresemos al 2015 y situémonos en el taller de locomotora eléctrica de la Maestranza San Eugenio. Allí, un grupo de obreros ferroviarios forjó la simbólica escultura con rieles del año 1892, que fueron cortados, soldados al arco y unidos con platinas de hierro (simulan durmientes) para representar una línea de tren. El paso siguiente fue anclarlos como palo y travesaño sufriente.
Y así lo contó a este diario comunitario uno de los inspirados obreros, Luis Peñaloza, desde su casa en el sector de Santa Marta con Los Morros. “Como primer paso nos conseguimos los rieles, después se definió el diseño, donde nos basamos en el modelo de la Cruz del Tercer Milenio, que está en Coquimbo. A mí me correspondió cortar los rieles, mientras que otros compañeros, como Patricio Bravo y Erwin Flores, soldaron. Y el trabajo lo desarrollamos en nuestros ratos libres, logrando avanzar lo suficiente para entregarla a tiempo. De todas las personas que participamos ese año en la construcción de la cruz, hoy sólo quedamos cinco”, dijo Peñaloza.
“LOS QUE AQUÍ CAYERON”
Nuestra misión de lograr ver la cruz y conocer su estado tras 6 años, nos instaló el pasado viernes 20 de agosto en la oficina del director de la Escuela de Infantería, coronel Jorge Hinojosa, para solicitar la autorización e ingresar al cuartel Chena. Flanqueado por el comandante a cargo del recinto, Pedro Pruissing, el director nos entregó todas las facilidades, no sin antes informarnos que el retiro del símbolo cristiano también fue para cuidarlo del vandalismo, que aún hace mella en Chena bajo el amparo de soledad y la noche. Aclarado eso, conocer y ver la cruz era cosa de minutos.
Acompañados por el mismo comandante Pruissing, ingresamos al cuartel Chena para cubrir el camino interior y llegar hasta la ex fábrica de tejas. Unos metros más allá… la bodega. ¿En su interior? La cruz ferroviaria. Acostada sobre históricos baldosines y en perfecto estado, la señera escultura metálica mantiene su firmeza y vigor. Y la veo descansar a la espera de ser erguida nuevamente en homenaje a los que en “La Loma” murieron. Y me retiro tranquilo porque ya sé que no está sola, que nunca ha estado sola. Compruebo que ha dormido abrazada a una placa hermana que le susurra al oído cada noche: “Aunque los pasos toquen mil años este sitio, no borrarán la sangre de los que aquí cayeron”.
Patricio Drago Torrijos